Fernado Aracón 27/Mar/2014
Se han constituido a lo largo del pasado y
presente siglo como una pieza fundamental tanto de la seguridad nacional como
de la política exterior de numerosos estados, amén de convertirse en fuente
inagotable de inspiración para el mundo del cine y la literatura. Considerados
por algunos como la delgada línea que protege a los países y ciudadanos de la
inmensidad de amenazas que pululan por el globo y por otros como entes al servicio
de los más oscuros propósitos del entramado estatal, la inteligencia y los
servicios de inteligencia son, a día de hoy, actores de enorme importancia en
todos los niveles de las relaciones internacionales.
El concepto de inteligencia
En contra de la creencia popular de reducir
la inteligencia a espionaje, lo que abarca este término es mucho más amplio, y
además de ser el correcto, es el que nos proporciona una visión general y
completa de todo aquello que la inteligencia abarca. Partiendo de esta perspectiva,
podemos definir la inteligencia como la información procesada que está
destinada, por un lado, a ayudar a la toma de decisiones de un determinado
receptor y por otro lado, la que se considera como un núcleo central para hacer
frente a las amenazas y riesgos que puedan afectar antes o después tanto a los
estados como a sus ciudadanos, tales como el terrorismo, el crimen organizado,
flujos migratorios descontrolados, proliferación de armamentos, etc. Aquí hay
que distinguir, y así lo hace el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) español,
entre información e inteligencia. Información la entendemos como el simple
punto de partida de cara a la elaboración de inteligencia, que como hemos
dicho, es información ya procesada, esto es analizada, valorada, contrastada e
interpretada.
Quienes realizan esta labor son los
Servicios de Inteligencia. De manera resumida, son organismos del Estado que
tienen como misión obtener información no alcanzable por otros órganos y
difundir inteligencia sobre diversas amenazas, a fin de hacer posible su
prevención y facilitar la toma de decisiones por parte de la autoridad
competente, que por la importancia que tienen los servicios de inteligencia en
la estructura de seguridad nacional, suele ser el Gobierno.
Bajo la definición antes ofrecida, podemos
englobar casi cualquier aspecto político-económico que necesite de información
elaborada de cara a obtener una ventaja o un mejor conocimiento de una
situación determinada. La inteligencia más habitual es la que procede del Estado
y está encaminada a la mejora de la seguridad nacional y la prevención de
agresiones al Estado y sus ciudadanos, pero actualmente la inteligencia ha
evolucionado hasta abarcar también cuestiones económicas, bien en facilitar la
seguridad económica del propio estado, bien promovida por las empresas privadas
en una perspectiva de mercado competitivo.
Ciclo de inteligencia
Sea como fuere, la elaboración de
inteligencia sigue un ciclo muy marcado y que a grandes rasgos sigue seis
etapas, si bien se pueden resumir en cuatro: dirección, obtención, elaboración
y difusión. En la primera fase, la de dirección – en el ciclo como etapa de
“análisis de las necesidades” –, el Estado fija un objetivo en materia de
seguridad o política exterior a alcanzar. Esto es fundamentalmente una decisión
política. Por poner dos ejemplos, esta decisión puede abarcar desde luchar con
más ahínco contra un potencial agresor – un grupo terrorista o una mafia del
narcotráfico – hasta investigar a un tercer país de cara a tener un informe más
detallado de su desarrollo económico. En la siguiente fase, la de obtención, se
consulta a las fuentes que el servicio de inteligencia tenga disponibles y sean
útiles para el cometido en cuestión. Esto es simplemente recopilación de
información, tanto de fuentes secundarias – más accesibles aunque menos fiables
– como de fuentes primarias – con mayor dificultad de acceso pero con
información de calidad –. Hasta aquí la recogida de información; ahora viene la
inteligencia como tal. En la tercera gran fase, la etapa de elaboración, se
traslada toda esa información recopilada a un grupo de analistas, que
trabajarán con ella con la intención de que al final quede una información
procesada que, siguiendo las pautas establecidas en el objetivo político, le
sea útil a los decisores políticos para realizar las acciones más correctas
posible al tener información fiable y completa. Esto último será la llamada
fase de difusión.
Este ciclo de la inteligencia se
retroalimenta constantemente, puesto que en base a la nueva información
disponible, los decisores políticos reajustarán su agenda de cara a incluir
distintas preferencias. Esto sería, por ejemplo, la creencia de que un grupo
terrorista es muy peligroso para la seguridad nacional, pedir un informe a
Inteligencia y que tras éste, comprobar que dicho peligro es inexistente, por
lo que ese grupo terrorista perdería importancia dentro de la agenda política,
cuyo puesto pasaría a ser ocupado por otro asunto.
Hasta aquí todo parece muy correcto e
inocente, como si la inteligencia fuese una cosa sencillísima y que funciona en
armonía. En absoluto. El análisis es cierto que no entraña más dificultad ni
variedad que la de una o varias personas analizando e interpretando información
de cara a hacer un informe para el político de turno. Lo complicado, y que a
veces se interna en lo ilegal, es la recogida de información. Esta es sin duda
la parte más “artística” de la inteligencia, ya que en ella es en la que giran
todas las grandes y conocidas tramas en torno al espionaje o las operaciones
encubiertas. Podemos resumir en que hay cuatro vías por las que se puede
obtener información de cara a una posterior elaboración de inteligencia: la
humana, por imágenes, por señales y mediante fuente abierta. La primera de
ellas, la inteligencia humana, procede, como su propio nombre indica, de
fuentes humanas. Este es el método más antiguo y el que popularmente se conoce
como “espionaje”. Al haber dos tipos de fuentes, la inteligencia humana varía.
Por ejemplo, si estuviésemos recopilando información sobre un cártel de la
droga, la inteligencia humana de fuentes primarias sería preguntar a un
confidente o a un infiltrado en la banda, mientras que en fuentes secundarias
sería hablar con un experto – académico o periodista – en ese cártel; la
inteligencia por imágenes se obtiene de imágenes obtenidas por diversos
métodos, tales como aviones, satélites, personas, etc.; la inteligencia por
señales consiste principalmente en la interceptación de comunicaciones de
terceros, lo que se conoce coloquialmente como “escuchar”; por último, la
inteligencia por fuentes abiertas es la obtención de información disponible de
manera pública, como en periódicos, revistas especializadas o internet. Este
método es actualmente uno de los más utilizados y con
mayor potencial, sobre todo gracias a la red de redes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario