jueves, 10 de abril de 2014

Los servicios de inteligencia del S.XXI

Fernado Aracón 27/Mar/2014

Se han constituido a lo largo del pasado y presente siglo como una pieza fundamental tanto de la seguridad nacional como de la política exterior de numerosos estados, amén de convertirse en fuente inagotable de inspiración para el mundo del cine y la literatura. Considerados por algunos como la delgada línea que protege a los países y ciudadanos de la inmensidad de amenazas que pululan por el globo y por otros como entes al servicio de los más oscuros propósitos del entramado estatal, la inteligencia y los servicios de inteligencia son, a día de hoy, actores de enorme importancia en todos los niveles de las relaciones internacionales.

El concepto de inteligencia

En contra de la creencia popular de reducir la inteligencia a espionaje, lo que abarca este término es mucho más amplio, y además de ser el correcto, es el que nos proporciona una visión general y completa de todo aquello que la inteligencia abarca. Partiendo de esta perspectiva, podemos definir la inteligencia como la información procesada que está destinada, por un lado, a ayudar a la toma de decisiones de un determinado receptor y por otro lado, la que se considera como un núcleo central para hacer frente a las amenazas y riesgos que puedan afectar antes o después tanto a los estados como a sus ciudadanos, tales como el terrorismo, el crimen organizado, flujos migratorios descontrolados, proliferación de armamentos, etc. Aquí hay que distinguir, y así lo hace el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) español, entre información e inteligencia. Información la entendemos como el simple punto de partida de cara a la elaboración de inteligencia, que como hemos dicho, es información ya procesada, esto es analizada, valorada, contrastada e interpretada.

Quienes realizan esta labor son los Servicios de Inteligencia. De manera resumida, son organismos del Estado que tienen como misión obtener información no alcanzable por otros órganos y difundir inteligencia sobre diversas amenazas, a fin de hacer posible su prevención y facilitar la toma de decisiones por parte de la autoridad competente, que por la importancia que tienen los servicios de inteligencia en la estructura de seguridad nacional, suele ser el Gobierno.
Bajo la definición antes ofrecida, podemos englobar casi cualquier aspecto político-económico que necesite de información elaborada de cara a obtener una ventaja o un mejor conocimiento de una situación determinada. La inteligencia más habitual es la que procede del Estado y está encaminada a la mejora de la seguridad nacional y la prevención de agresiones al Estado y sus ciudadanos, pero actualmente la inteligencia ha evolucionado hasta abarcar también cuestiones económicas, bien en facilitar la seguridad económica del propio estado, bien promovida por las empresas privadas en una perspectiva de mercado competitivo.

Ciclo de inteligencia

Sea como fuere, la elaboración de inteligencia sigue un ciclo muy marcado y que a grandes rasgos sigue seis etapas, si bien se pueden resumir en cuatro: dirección, obtención, elaboración y difusión. En la primera fase, la de dirección – en el ciclo como etapa de “análisis de las necesidades” –, el Estado fija un objetivo en materia de seguridad o política exterior a alcanzar. Esto es fundamentalmente una decisión política. Por poner dos ejemplos, esta decisión puede abarcar desde luchar con más ahínco contra un potencial agresor – un grupo terrorista o una mafia del narcotráfico – hasta investigar a un tercer país de cara a tener un informe más detallado de su desarrollo económico. En la siguiente fase, la de obtención, se consulta a las fuentes que el servicio de inteligencia tenga disponibles y sean útiles para el cometido en cuestión. Esto es simplemente recopilación de información, tanto de fuentes secundarias – más accesibles aunque menos fiables – como de fuentes primarias – con mayor dificultad de acceso pero con información de calidad –. Hasta aquí la recogida de información; ahora viene la inteligencia como tal. En la tercera gran fase, la etapa de elaboración, se traslada toda esa información recopilada a un grupo de analistas, que trabajarán con ella con la intención de que al final quede una información procesada que, siguiendo las pautas establecidas en el objetivo político, le sea útil a los decisores políticos para realizar las acciones más correctas posible al tener información fiable y completa. Esto último será la llamada fase de difusión.

Este ciclo de la inteligencia se retroalimenta constantemente, puesto que en base a la nueva información disponible, los decisores políticos reajustarán su agenda de cara a incluir distintas preferencias. Esto sería, por ejemplo, la creencia de que un grupo terrorista es muy peligroso para la seguridad nacional, pedir un informe a Inteligencia y que tras éste, comprobar que dicho peligro es inexistente, por lo que ese grupo terrorista perdería importancia dentro de la agenda política, cuyo puesto pasaría a ser ocupado por otro asunto.

Hasta aquí todo parece muy correcto e inocente, como si la inteligencia fuese una cosa sencillísima y que funciona en armonía. En absoluto. El análisis es cierto que no entraña más dificultad ni variedad que la de una o varias personas analizando e interpretando información de cara a hacer un informe para el político de turno. Lo complicado, y que a veces se interna en lo ilegal, es la recogida de información. Esta es sin duda la parte más “artística” de la inteligencia, ya que en ella es en la que giran todas las grandes y conocidas tramas en torno al espionaje o las operaciones encubiertas. Podemos resumir en que hay cuatro vías por las que se puede obtener información de cara a una posterior elaboración de inteligencia: la humana, por imágenes, por señales y mediante fuente abierta. La primera de ellas, la inteligencia humana, procede, como su propio nombre indica, de fuentes humanas. Este es el método más antiguo y el que popularmente se conoce como “espionaje”. Al haber dos tipos de fuentes, la inteligencia humana varía. Por ejemplo, si estuviésemos recopilando información sobre un cártel de la droga, la inteligencia humana de fuentes primarias sería preguntar a un confidente o a un infiltrado en la banda, mientras que en fuentes secundarias sería hablar con un experto – académico o periodista – en ese cártel; la inteligencia por imágenes se obtiene de imágenes obtenidas por diversos métodos, tales como aviones, satélites, personas, etc.; la inteligencia por señales consiste principalmente en la interceptación de comunicaciones de terceros, lo que se conoce coloquialmente como “escuchar”; por último, la inteligencia por fuentes abiertas es la obtención de información disponible de manera pública, como en periódicos, revistas especializadas o internet. Este método es actualmente uno de los más utilizados y con mayor potencial, sobre todo gracias a la red de redes.

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